Señores Senadores y Diputados:
Inicio mi presidencia en das difíciles ; pero vengo por
el camino recto, trayendo en mis manos credenciales extendidas por la gran mayoría de la Nación, que no arrojar
sobre mis hombros solos la tarea del Gobierno que acaba
de constituir. Fortalecido por el sentimiento de la propia
conciencia y por el apoyo de mis conciudadanos, guiado
por vuestras sabias leyes, puedo afirmaros que el crédito
de la Nación no decaer durante mi administración y que
no mancillar su honor con mis actos. Todos los argentinos aprendemos desde la infancia que el pabellón de la
Patria debe mantenerse nítido y puro como el sol que
ostenta entre sus blancas y
azuladas fajas; y
al ponerme
desde posición tan elevada en presencia de mis contemporáneos, no puedo olvidar que ellos saben que me encuentro yo sentado donde Rivadavia y Sarmiento se sentaron.
Los pueblos necesitan aprovechar sus experiencias dolorosas. Hemos aprendido en esta vez, por el propio ejemplo,
que los resortes de compresión puestos en las manos de los Gobiernos no pueden ser sistemáticamente abandonados sin poner la sociedad en peligro; que debemos dejar
las opiniones erigir plenamente sus tribunas y
fundar sus
diarios; pero que no puede consentirse que el motín y
la
insurrección busquen sus sectarios la luz del da, porque
los pueblos libres al admitir la discusión, al consagrar el
voto, han excluido las contiendas por medio de las violencias y
de las armas.
Tendremos pronto, señores Senadores, señores Diputados, otro espectáculo : el espectáculo de la vida normal, que
proseguir su curso marcando cada da con un nuevo
adelanto. Continuaremos contando los kilómetros de las
vías férreas, los vapores y
los millares de hombres que,
llegan nuestros puertos ; extenderemos las líneas telegráficas por las fronteras lejanas, que han podido encubrir
motines de cuartel porque las hemos dejado fuera de
nuestra inspección cotidiana. Los sabios que trabajan bajo
los auspicios de la Nación avanzaran en sus maravillosos
relatos, narrando lo que se encuentra en nuestros cielos y
tierras igualmente inexplorados, como acaba de hacerlo
Mr. Gould ante la ciudad de Boston, la Atenas americana;
al mismo tiempo que nos reuniremos nuevamente en este
recinto para concertar con patriotismo y
con elevación
generosa de espíritu, los medios más adecuados fin de
restituir la tranquilidad y
el orden normal nuestros pueblos agitados por las conmociones electorales y por los
acontecimientos presentes.
Señores Senadores:
Señores Diputados :
Pido Dios para vosotros el acierto, que es el don
supremo de los Legisladores ; para mí, firmeza y prudencia
como ejecutor de la Constitución y
de vuestras leyes. Pídole para nuestro país los auxilios de su Providencia, que
suele veces experimentar y afligir con tribulaciones los
pueblos, para sacar después del dolor transitorio, bienes
duraderos.
He dicho.
Buenos Aires, 12 de Octubre de 1874.